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jueves, noviembre 02, 2006

Dos días para convivir con los difuntos

Para los habitantes de la comunidad maya de Pomuch, Campeche, los finados físicamente están en sus tumbas, pero sus almas comen y duermen junto a sus familiares y la muerte no es más que una forma de vida diferente

FRANCISCO YNURRETA
El Universal
Jueves 02 de noviembre de 2006 POMUCH, Camp.- Aunque escalofriante, para los pomuchenses sus muertos son seres vivos todavía: los limpian, los peinan y platican con ellos. Aquí, los difuntos prácticamente no habitan en el cementerio. Allá están sus cuerpos y de ser posible ni siquiera estarían en el camposanto. Sólo porque la ley no lo permite, de lo contrario, cada habitante de este lugar tendría a quienes se les adelantaron en sus hogares.

Los muertos de Pomuch, comunidad maya del Camino Real, viven todavía en sus hogares. Físicamente están en sus tumbas, pero sus almas comen y duermen junto a sus familiares. Incluso, su hamaca, ropa y pertenencias, son lavadas como las de cualquier miembro vivo de la familia. La costumbre está viva en el famoso pan tradicional de Pomuch, que simboliza el entierro de sus muertos para luego tomar una nueva vida, mucho mejor que la anterior.

A diferencia de otras comunidades mayas, en Pomuch los restos de los muertos no son colocados en osarios.

Los pomuchenses sacan los restos de sus muertos a los tres años de fallecidos y los colocan en cajones de 60 por 30 centímetros, cubriéndolos con una manta bordada con el nombre del difunto.

Parece espeluznante para quienes no están familiarizados con esta cultura, pero para los habitantes de esta comarca los restos de sus familiares son sagrados y con total devoción se dedican, anualmente, una semana antes del Día de Muertos, a limpiar los huesos de sus parientes, cambiándoles el manto que los cubre.

Gran festejo

Para los pomuchenses sus difuntos no están muertos, viven alrededor de ellos, como en un mundo paralelo al de los vivos. No le temen a las almas, para ellos es motivo de fiesta la celebración de Día de Muertos.

Es la fecha que se le ha designado a sus parientes difuntos para pasar de su mundo paralelo al material, para que puedan convivir con ellos durante la celebración del "Hanal Pixáan", o comida de muertos.

"Este día llegan todos mis muertitos para recibir las ofrendas que le ponemos en el altar", comenta Narcisa Puc Tun. "El primer pibipollo (pollo en adobo) que sacamos de la tierra es para nuestros difuntos, todo lo mejor es para ellos".

Prácticas ancestrales

Para los mayas, la muerte no es la aniquilación total inherente a los seres vivos, sino un cambio de estado, una vivencia distinta a la que transcurre entre el nacimiento y el deceso, explica la antropóloga Enna Rodríguez.

La muerte no es más que una forma de vida diferente. En Pomuch, la gente cree que el alma de una persona muerta en noviembre no abandona pronto este mundo. Se cuenta que estas almas tendrán que cargar las ofrendas que recibieron todo los difuntos durante la conmemoración del "Hanal Pixáan", por lo que son conocidos como H kúuchkibo´ob (los que cargan las velas).

Limpiando los huesos

Los mayas creen que la limpieza del cuerpo simboliza el cambio de vida. Dejar su antigua vida para comenzar una nueva, por eso -cada año- los pomuchenses limpian los restos de sus difuntos, los cuales quedan expuestos durante todo el año en los cajones, resguardados en pequeños nichos, que también son remozados y pintados.

María Donata Martín Ke asegura que de niña era llevada por su abuela al cementerio para que la ayudara a limpiar los restos de su abuelo. Ella continúa con la tradición. Comenta que los lugareños comienzan a limpiar los restos de sus parientes ocho días antes de la celebración del "Hanal Pixáan". Ella asea el cráneo de su madre, que aún conserva restos de cabello. Dice que en su familia se habla del alma de su madre como una persona viva. Se recuerdan sus consejos, sus enseñanzas, su bondad o su maldad, "porque según como vivió en la tierra, así será recordado (el difunto)".

Detrás de la señora, otras personas limpian los huesos de sus familiares. María Concepción Poot paga 40 pesos a un sepulturero para que les cambie las mantas a sus difuntos. En el mismo nicho están los restos de su esposo y de su primera esposa.

"Hace cinco años se murió mi chan (viejo) y lo puse junto a Clotilde, su primera mujer", comenta sonriente la obesa dama. "Yo fui su segunda mujer y no me da celos que esté junto a la otra".

Para los lugareños, la conmemoración de los fieles difuntos posee un significado muy grande, que no sólo consiste en colocar la comida en la mesa, además requiere de una preparación de varios días: limpiar la casa, preparar los manteles, recordar los guisos preferidos del alma de quien se espera su visita y lavar toda la ropa sucia para no dejar trabajo a las almas.

Las familias suelen comentar cómo fueron sus difuntos en vida y no los condenan, al contrario, piden que Dios se compadezca de sus almas y rezan más por ellos. Aunque en vida pudo hacer sufrir a los familiares, éstos esperan con cariño la llegada del "Hanal Pixáan" para recibir con afecto y generosidad la visita del alma deseando que goce de felicidad, explica Enna Rodríguez.

En toda la región maya quienes recuerdan con amor las almas de sus difuntos recibirán protección de ellos en este mundo. La creencia de una vida después de la muerte permite que exista una mutua comunión entre vivos y muertos, como en Pomuch, donde los difuntos todavía siguen vivos, para sus deudos.