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domingo, octubre 29, 2006

ALTO PODER...

Por: Daniel Blancas en Oaxaca
Domingo 29 de Octubre de 2006 | Hora de publicación: 01:40
Foto: Notimex
Una llamarada, bajo el anuncio de bienvenida a “la ciudad colonial”, alimenta la zozobra…
Es la primera barricada y ahí, juguetean los niños y las madres se aferran a sus radios, a las voces invisibles que incitan a incrementar la defensa.
El fuego asusta. También el vaivén de elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) que a unos metros, en la Comandancia Regional XX llegan en autobuses y salen en camionetas con rumbo desconocido.
—¿Cuál es el plan? —la pregunta reporteril.
—Estamos a la espera de recibir órdenes, mientras tanto nos vamos a echar un taco, porque nos tienen sin comer desde la mañana —dice un uniformado de barriga desbordada.
Pero el ir y venir de agentes, los encuadres, y el ruido desordenado de los aparatos de comunicación nutren el presagio del enfrentamiento, la violencia… Oaxaca, tras el envío de la fuerza pública y el ultimátum del gobierno federal a la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), es una ciudad de psicosis simulada, de rostros opuestos.
EL TEATRO. ¿Y a quiénes van a desalojar?… Mientras hierven las alertas radiofónicas y se escucha el ruido de aviones y helicópteros, el centro oaxaqueño no es más que una zona fantasmal, copada de reporteros y fotógrafos, pero sin maestros ni apistas.
Es un teatro de silencio y soledad, donde los vendedores de dulces buscan almas a quién vender y los eloteros ruegan por un cliente nocturno.
—¿Y usted no tiene miedo? —se le pregunta a un vendedor.
—Pues un poco, porque dicen que ya vienen los policías y que van a disparar a quien tengan enfrente. Sí un poco, pero tenemos más miedo a morirnos de hambre y a regresar a casa sin un centavo.
La gente no está aquí. Acaso brotan murmullos en la capilla central donde es velado el fotógrafo estadunidense Bradley Roland Will , quien murió en la balecera del viernes.
Sobre su féretro sobresale un mensaje de cartón: “me quitaron la vida por decir la verdad de un pueblo. ¡Viva Oaxaca!”, y ondea una bandera mexicana.
En la plaza principal, un trío de apistas juegan cartas y toman café para resistir el viento que, de repente, conquista la ciudad y alborota el hule de los puestos que han quedado solitarios.
“La orden es replegarnos, atrincherarnos en lugares estratégicos y organizar grupos para reforzar las barricadas en los accesos a la ciudad, por eso el centro se ha quedado solo, ya responderemos más tarde con otras acciones de protesta: habrá una marcha multitudinaria y si es necesario quemar más camiones lo haremos”, dice el más perdedor en el juego de mesa, quien se queja por su suerte.
El fuego está allá, en la periferia, en la autopista, en los accesos principales donde abuelas, chiquillos, mujeres y hombres queman llantas, agolpan troncos y piedras y atraviesan tráilers y autobuses: una hora unos, otra hora otros.
“Dicen que los de la PFP van a entrar, pues al menos que les cueste un poquito. En lo que quitan los carros, las láminas y las rocas, nosotros nos movemos por otro lado y les caemos de sorpresa”, alerta uno de los hombres con antorcha en mano.
Las montañas de llantas y de palos obligan a trazar laberintos y a descubrir callejuelas para llegar al centro de la capital.
Tiempo de espera, de incertidumbre, de informaciones incesantes que hablan de miles de agentes organizados en el aeropuerto Benito Juárez, de helicópteros, de aviones Hércules, de militares, marinos, agentes químicos y tanquetas.
Tiempo de un miedo sostenido por alfileres, de intimidaciones aéreas que en las calles se responden con cohetones.
“Un cohetón es para despertar al pueblo, dos para ponerlo alerta y tres para anunciar el ataque de la policía”, explica uno de los líderes.
A la media noche estalla uno, dos… pero nunca se escucha el tercero. La APPO se esconde, simulando indiferencia al frenesí militar y a los zumbidos de una noche, otra más, en que nada pasó.

La APPO no acepta el ultimátum de Gobernación.

El dirigente de la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), Flavio Sosa, llamó a los integrantes de este conglomerado de organizaciones a no ofrecer resistencia a las “agresiones” de las fuerzas federales.
En conferencia de prensa realizada por la noche, Flavio Sosa dejó claro que la petición de que renuncie el gobernador del estado, Ulises Ruiz, “es innegociable”, pero que la APPO está dispuesta a continuar las pláticas con la Secretaría de Gobernación para terminar el conflicto.
Flavio Sosa exigió la libertad inmediata de “todos los presos políticos”, la cancelación de las órdenes de aprehensión, en contra de apistas y maestros de la sección 22 del SNTE, y “respeto a las garantías individuales consagradas en la Constitución”.
El líder de la APPO reiteró que no aceptarán el ultimátum lanzado por la Secretaría de Gobernación para que entreguen el control de la ciudad y exigió garantías para los colonos, miembros de las organizaciones y maestros que están encargados de resguardar las barricadas.
Sosa convocó a realizar una marcha este domingo del monumento a Juárez, ubicado a las afueras de la ciudad, al Zócalo, para rechazar la presencia de las fuerza pública de la Federación.
Luego de la conferencia de prensa, Sosa y los demás dirigentes de la APPO se retiraron del centro de la capital y se dirigieron a un lugar no identificado, mientras las bases del movimiento se atrincheraron en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y en la sede de la sección 22 del SNTE.